viernes, octubre 07, 2005

ARAÑAS, ARAÑITAS Y OTRAS YERBAS
I
No sabía si iba a encontrarla nuevamente en algún lugar de la polvorienta ciudad de la lluvia cálida en invierno y en verano, dependiendo de la estación en que ambos viajaríamos a latitudes cercanas. El hecho es que la araña no se conformaba con poco. Tenía que, en poco tiempo, volver por los pagos del Atlántico, con una cara hermoseada por la ausencia de insectos vampirescos que habitan en la selva amazónica.
Lo importante era que, de una forma u otra, volvería, y volvería tal vez para construir una vivienda inmaterial en alguna parte de esta ciudad. Se acostumbraría a comprar en una feria de barrio, a caminar de noche por Bellavista, a jugar a las escondidas en Parque de los Reyes y subir el Santa Lucía de noche, pero no tan tarde, ya que pasadas las once, se transforma en una especie de Bronx latino.
La araña volvería en forma de mariposa, tal vez. Y si no regresaba, terminaría como un escarabajo estercolero, de esos que fabrican enormes bolas de mierda, y acumulan esta mierda bajo la tierra, para asegurar la supervivencia durante el invierno.
Una noche, que pintaba más para madrugada, aseguró una visita a un bar cercano. La idea era escuchar un buen Jazz, disfrutar de una cerveza bien fría y mirar a la araña con ojos no tan libidinosos, como lo había hecho durante los cuatro días anteriores, sino más bien era la idea de mirar sus ojos sin pensar en sexo, sólo mirarlos hasta quedar ciego. El Jazz sonaba de maravillas, la cerveza estaba como nunca, y los ojos de la araña, anhelantes, como si fuera ésta la última noche en el barrio de los adoquines paleolíticos.
Un postre, la cuenta, la propina colectiva, la salida, la rotura del pantalón, una pequeña resbalada pública, y comenzó una de la últimas noches de la araña.
Era imperiosa la necesidad de disimular todo frente al Fausto, pero siempre era descubierta, la araña, en momentos en que el Sol comenzaba a despuntar.
Yo no quise esta aventura, ni menos recordarla, puesto que las arañas son seres impredecibles, que aunque parezcan insignificantes, son seres impredecibles. Lo cierto es que, a veces, cuando llega la lluvia suave y el vino se apodera de la noche, es imposible no pensar en ella.
El puerto siempre trae recuerdos de otros puertos, sobre todo si son natales, además todos los puertos son casi similares, es el viajero el que le da un sentido distinto a los puertos, y ella, se lo daba junto conmigo, a pesar de que yo no nací en uno.
El Jazz sonó en varias oportunidades, y en muchas otras acompañó, como una banda sonora, el peregrinaje de la araña.
-Hoy no sky diving, and no congress. Repetía cada mañana, como si fuera una especie de plegaria de la buena suerte, como si al decirlo estuviera cantando un maleficio, planeado para que no fuera malo, sino placentero y único en su estilo, o sea, con un ingles mezcla de café con leche y cerveza trasnochada, que parecía repetirse en todo momento, cuando los ojos de la araña gritaban mudamente sus deseos de tejer una tela para atrapar esta mosca con sed.
Fausto estaba en una situación similar, con la diferencia extraña que produce el estar lejos, feliz, enfermo, con ganas de todo, pero sin una araña al lado, sino más bien con una arañita criolla, que también tenía la facultad de tejer enormes telas, pero que al regresar no aseguraba un final de esos que uno pretende adivinar cuando ve que una arañita ha tejido bastante como atrapar un elefante medio dormido, medio despierto.
He olvidado muchos aspectos y caras desde el momento en que empecé a recordar lo imaginado días atrás, cuando aparecí como un ermitaño en mi casa, como un hombre de las cavernas, que a pesar de regresar feliz y triste al mismo tiempo, siente que ha gastado mucho los zapatos, así como ese día luego de volver del mercado con esos vinos malos.
La cara más surtidora de imágenes que pienso, se acerca a la de la araña, la que imagino recorriendo la húmeda ciudad en Invierno, por esa calle que todos los Inviernos se inunda de reporteros de todos los medios, mediocres o no, pero se inunda al fin y al cabo, y no creo que a ella le guste ver reporteros resfriados, con el agua hasta el cuello despachando para que nos demos cuenta de que la calle esta inundada de ellos y de agua, con micros en mal estado que pronto cambiarán por otras mejores y más caras, pero en fin, si construye inmaterialmente su nido, o su tela, por estos lares, tendrá que acostumbrarse a vivir en un pueblo fundado en un cerro cercano, en el cual en la noche, pasadas las once, se puede ver el Bronx latino, con lumpen agazapado bajo árboles centenarios que van cortando las autoridades de turno cada cierto tiempo.
II
¿Se acostumbraría?, eso no es una cosa segura como la idea de unas especies de empanadas compradas cerca del parque, especies, porque eran pero no eran empanadas. Entre dulces y saladas, con cebolla y sin cebolla, pero con vendedora y compradora incluida. Incluso incluían un pequeño concierto de tambores, como de batucada menor, un par de verbos, adjetivos mal pronunciados, númerros telefómicos mal hescritos, además de un artículo no posible de nombrar, y que guarda relación con su tela. Y continuaba con la caminata, acercándose a la marcha de protesta del Fausto, el que a esas alturas ya no se molestaba en esquivar, evitar, rehuir, escapar, y evadir a la arañita, que a esas alturas ya no se molestaba en acosar, llamar, buscar, invitar, y hostigar al Fausto.
La araña no hablaba mucho con la arañita, mejor dicho hablaba poco, tal vez por la diferencia de tamaño, lengua, habla, tela. El hecho es que poco hablaban. Las necesidades de las arañas, en general, son desconocidas.
-Hoy, no sky diving, and no congress, volvía a repetir, ya no como un maleficio benévolo, sino como una exigencia concreta, que era casi imposible de rehuir con las compras de instrumentos con lluvia y libres de impuestos en el centro. En oportunidades es conveniente realizar este tipo de compras por lugares desconocidos, sobre todo salir en el momento preciso en que una araña quiere poco menos que pases a formar parte de su tela.
Fausto se preguntaba lo mismo que el que escribe esto, ¿se acostumbraría?, claro que una arañita no es lo mismo que una araña, menos aún si es criolla y carente de paseos por otros parques y lugares a donde acostumbran ir todas las especies de arañas conocidas.
La pizzeria, que no era conocida por el tumulto de personas que se rodean de telas de arañas, tenia un espacio reducido, con seis o siete mesas con sus respectivas sillas con respaldo de cuero y música de fondo, con partidos de fútbol añejos y periódicos frescos pero inservibles a la hora de intentar leerlos. Ella difícilmente hubiese querido visitarla, pero quien sabe, tal vez todo pasaba por un acto de invitación de parte mía o del Fausto o del amigo del Fausto, el que no escatimaba dineros en taxis ni comida ni vendajes a la hora de curarse los pies.
Lo más seguro es que la araña se enamorara de esa pizzeria, de esas sillas, de todo lo que había, menos de las pizzas, y hubiera dejado trozos de tela en los respaldos de cuero y encima del periódico fresco y en los vasos y en mi cámara fotográfica que unos pocos minutos antes hubiese estado retratando el frontis del local y una parte del interior también.
Que bueno que el tumulto no conoció el lugar, porque así se transformó en un refugio para Fausto, el amigo de Fausto y el que escribe, lo que significó que cada vez que fuera necesario escapar de las especies de arañas, la imagen de la pizzeria aparecería como el genio frente a los ojos de Aladino.
¿Volvería?. La ciudad era el imán para el tumulto, pero ella no era del tumulto, así que nada aseguraría su arácnido regreso, tan sólo que la casa de estudio se trasladara cuatrocientos kilómetros al Sur. Esa era la condición. O llevar los adoquines paleolíticos cuatrocientos kilómetros al Norte, cosa que era aún más difícil, considerando que nadie querría llevar tantas piedras por tanto trecho, y menos si todo era tan sólo por una araña. Todo podía ser aún más catastrófico, el imán podía perder sus características físicas, obligando al que escribe a despreciar los adoquines y a todas las especies de arañas. Pero esto último era improbable...

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