miércoles, septiembre 06, 2006

Clavada.
Prohibido volver, dijo la progenitora, la madre del cordero, aun cuando cuento con el apoyo del gobernador, pero la embajadora rancaguina o no, no me soporta, o sea, es pura falsedad disimulada.
Los platos rotos.
Siempre pasa lo mismo con el sexo opuesto, ese discurrir, ese pasear, ese carrusel que gira y gira y no conduce a ningún lugar. Queda en su sitio.
La mala suerte es mi patrimonio, la he instaurado para siempre en mi existencia, ha llegado temprano, no importa, le da sabor, como ese labial nocturno junto a esa piscina y esa empapada con ropa puesta y estilando ganas.
Un solo mirar me hiere al pasar.
Ya me figuraba besando con olor a cervezas, o mejor escrito, con olor a cientos de cervezas y paquetes de cigarros incontables; con ese olor me figuraba, como galán de feria, de fonda pobre y cosas así.
Me figuraba sacándome y poniéndome, entrando y saliendo de la bicicleta, rasguñando y muriendo.

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