Todo se esfumó con la rabia de una inquisidora, ya la conejita del lunar no forma parte de la tripulación, fue arrojada al mar, quisieron deshacerse de ella, tal vez porque traía problemas o mala suerte en la travesía, no lo sé, pero hicieron un buen trabajo de eliminación selectiva. Quizás a qué isla fue a parar como naufraga, o peor aún, si no encontró pedazo de tierra alguno ¿dónde estará su cuerpo?.
Alcanzó a estar a bordo solo un mes o algo así, no contaba con la envidia de la inquisidora, la que tenía bastante tiempo navegando y se había ganado la confianza del Capitán, la inquisidora se encargaba de todo mientras él terminaba el crucigrama y la taza de café.
No pretendo defender a la conejita de las garras de la inquisidora, porque ya es tarde, porque no supe adivinar que venía la tormenta, porque desaparecí un día antes de que fuera eliminada de la tripulación. Subestimé los nubarrones y perdí como en la guerra. Ahora no podré fondear, el puerto está lejos y sé que no veré más ese lunar y la sonrisa.
Ahora lo único que espero es una pena merecida para la culpable de esta desgracia en alta mar, una pena ejemplar, por ejemplo que la cuelguen del palo mayor de la embarcación, o que naufraguemos todos y sólo ella termine perdida en las aguas de los calendarios. Por último, que producto del veneno que porta, se intoxique y convulsione como perro al que se le ha dado vidrio molido y sufra todos los malestares posibles.
Es lo único que espero, tal vez no toquemos tierra y eso nos pase a todos, pero mientras siga presente el recuerdo de la señorita V, y no se vea su silueta por entre las mesas, ya no será lo mismo a bordo.
¿Alguien gritó tierra?
viernes, enero 13, 2006
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